Linda rubia que inspiras la más
sublime poesía. Ojos castaños y mirada dulce, animas el día con tu habla y
sonrisa. Siempre lo das todo con admirable gentileza, tu la incondicional.
La chica más dulce que haya conocido, es la que más extraño y a la que más alucino. Ella es mi chica ideal, o al menos fue la primera que conquistó mi corazón.
¿Cómo no? con esos ojos tan
encantadores, marrones y brillantes que irradiaban.
Tenía una piel exquisita y clara como
el melón o el durazno. Un largo cabello dorado ocultaba su espalda tan tierna,
a veces se lo amarraba con ligas adornadas con pequeñas canicas azules o
violetas. En su rostro, sus mejillas se tornaban de color rojo con tanta facilidad,
su nariz era respingada, sus labios rosas y su sonrisa era la de un ángel. Sus
cejas castañas adornaban sus ojos y los hacían más hermosos, eran tan finos y
delgados.
Y qué decir de sus manos, pequeños
pétalos y sus uñas rosadas bien cuidadas. En una mano, la derecha, se
distinguía una cicatriz, le inmovilizaba el pulgar, era una herida de alguna
bala perdida, una terrible marca de un trágico pasado.
Sus brazos eran firmes con algunas
pecas en los hombros, apenas sobresalían de sus poros los bellos.
Sus pechos eran suaves y pequeños,
eran demasiado hermosos, parecían dos gatitos blancos que asomaban sus boquitas
rosadas.
Su abdomen era plano y otra cicatriz
aparecía sobre su cintura, hasta la fecha desconozco la causa, probablemente
alguna operación de apéndice.
Y siguiendo por el sendero
atrincherado, el pubis de una chica de 12 años, me resultaba atractivo para mi
corta edad, apenas y asomaban los labios. Y qué decir de su trasero, parado y
firme, bien formado, más sin embargo sus piernas me llamaban más la atención,
eran dignas de contemplar, blancas como las playas de Cancún y unas
pantorrillas delicadas, puras y finas; las rodillas bien cuidadas, un
tobillo digno de una niña, sus pies pequeños y bien cuidados al igual que sus
uñas. Era completamente hermosa hasta el fin.
Aun la recuerdo, siempre usaba ropa
casual, con jeans, y unos tenis Converse o Vans. Su ropa interior a menudo era
blanca con moñitos, y en ocasiones disfrutaba verla en pantis.
Siempre recordare su gesto cariñoso y
tierno con esa sonrisa de ángel, siempre alegre y con ese gusto inocente por
las barritas de chocolate.
Por ti me gustan mucho las chicas
chaparritas y rubias de ojos cafés.
Por ti aún tengo una
cicatriz en el corazón que no sana, te amaré donde quiera que estés…
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