Cuando habrá
nacido esta lujuria que siento casi
todos los días. En ocasiones siento que me mata. Si empiezo a recordar… me
imagino que fue hace mucho tiempo atrás. Tal vez fue cuando tuve uso de razón o
cuando me volví muy inteligente en la
escuela, y eso es muy probable que haya
sucedido cuando atravesaba mis joviales nueve o diez años.
Me había vuelto
un niño precoz desde que mis padres me habían puesto a leer y a escribir
duramente. Entonces solía leer mucho, cualquier cosa que me resultara
interesante, (sobre todo me fascinaba lo sobrenatural) y también escribía pequeños relatos, algunos los
contaba a mis amigos y otros me los guardaba.
Poco a poco el mundo se me fue abriendo en mi pequeña mente, me paso
como a Matilda yo creo.
Por aquel
entonces, mi interés por las niñas de mi edad era algo inocente y normal. Siempre había jugado y me había divertido con
mis primas y amigas sin sentir nada pecaminoso. De todos mis amigos era el más
inocente y puro, nunca había sentido el amor o esas ilusiones apasionadas, ni siquiera
estaba cerca de pensar en tener sexo. Realmente era feliz en mi inocencia
acompañado de aquellas simpáticas chiquillas.
Sin embargo no sé
cómo empezó a cambiar aquel sentimiento inocente, empecé pronto a ver a mis compañeritas,
amigas y primas de otra forma, algo despertó con fuerza en mí. Habrá sido culpa
de la televisión o el cine (o tal vez esta maldita ciudad) ¿quién sabe?, pero
sucedió entonces que mis primeros sueños húmedos fueron inspirados por
adolescentes famosas. Supuse que fue lo normal; no creo haber sido el único en
ilusionarse con Lindsay Lohan o las gemelas Olsen.
Sin embargo mi
verdadero cáncer mental, la causa de mi masoquismo psíquico empezaría a formarse
poco tiempo después, gracias a la magia del internet.
Solo recuerdo que
tal vez tendría unos once años cuando mi gran amigo de la infancia me mostró
unas imágenes perturbadoras donde aparecían niñas desnudas; desde entonces hasta el día de hoy me volví
adicto a contemplarlas. No sé si nuestra inteligencia, curiosidad o las
hormonas nos hacían amar aquella concupiscencia pero era un terrible secreto
que debíamos guardar. No lo culpo por mostrarme aquello y tampoco lamento que
haya estado ahí para contarme sus fantasías más descabelladas, por él
experimenté mis primeros placeres y disfruté de varias charlas sobrenaturales
en las noches.
Así como
Alejandro tenía a Hefestion así yo tuve a un gran amigo con quien compartir
secretos y aventuras. Juntos fuimos dos niños exploradores descubriendo el
ancho mundo, crecimos juntos, aprendimos de todo y padecimos del mismo mal
(aunque él tal vez no se quejaba como yo).
Y entonces me ha
surgido la pregunta ¿me hizo él amar aquello, o ya era así? Lo que trato de
entender ahora es que si el amigo de la infancia que tuve, me contagio esta
enfermedad o tal vez... yo ya tenía estos pensamientos impuros y simplemente nos
hicimos más unidos por tener los mismos gustos.
A veces deseaba
volver a hacer un niño inocente, me sentía culpable y creo que lo único que
frenaba mi ansiedad era dibujar. Pero aun así era inevitable pensar en aquello.
A mis doce años me
encontraba estudiando en la secundaria y mientras a todos mis amigos les
gustaba ver mujeres desnudas yo me sentía a gusto observando a las preadolescentes. Así pues tuve que cambiar de gustos para ocultar aquella desviación que tenía por
las niñas.
Me animé pensando
en que pasado los años olvidaría aquel cáncer mental y me enamoraría de una
linda chica de mi edad y viviría dignamente mis días de estudiante de
secundaria. Pero esto nunca paso xD (era demasiada fantasía).
A mis 13 años,
prefería jugar con mis vecinas de 8 y 9 años, me gustaba ser su hermano mayor y
vaya que eso me hacía feliz. Sin embargo jugaba con fuego, mi conciencia me lo
decía, cada vez que palpitaba el deseo concupiscente y aunque no quería tenía
que decirles adiós.
Así quiso el
cielo que fuera durante aquellos días de mi adolescencia; no quería crecer, quería
que el tiempo me dejara ahí jugando con aquellas tiernas y dulces jovencitas
que me rodeaban. Pero luego entonces vendría un ser divino, un dios que pondría
a temblar mi cuerpo, me haría sobreponerme a él.
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Si apareció ella,
la gentil dama de mis relatos sobrenaturales.
Fin