lunes, 5 de septiembre de 2016

Una cita con un ángel misterioso


La conocía desde hacia ya un tiempo, sabia que era rara, extraña y algo antisocial, su nombre era Elizabeth,  sí como la reina de Inglaterra. Rara vez había hablado con ella, si alguna vez lo hice fue por su amiga llamada Wendy, una chica apasionada por las artes oscuras. Nunca hubiese pensado que su amistad se debiese a algo más.
 Los años pasaron sin volver a verla, en aquel extraño pueblo tan apartado de la ciudad donde yo viví alguna vez. No era algo de extrañar también yo había estado alejado de los amigos por cuestiones de trabajo y la vida egocéntrica que tenia. No fue hasta que una noche ella llamaría para cambiarlo todo.
Era ya tarde cuando recibí la llamada, escuché entonces una voz temblorosa que al reconocer mi voz se convirtió en la de una niña jovial que repetía mi nombre. Desconcertado pregunté de donde me conocía y quien era, quien le había dado mi numero.  A lo cual ella me aclaró con cierto encanto. Explicó que me conocía del pueblo y era amiga de Wendy. Traté de recordar, pero por mas que repasaba mi memoria, no hallaba a esa chica tan risueña, solo estaba aquella extraña amiga antisocial, pero no parecía coincidir con la muchacha que me hablaba. Sin embargo resultó ser ella, ahora me parecía simpática y enternecedora.
  Desde esa noche debo afirmar que sentí una extraña fascinación por ella, tal vez fue su voz, o su risa o ese acento que no reconocía del todo. Ella comentó que particularmente me había hablado para conseguir unas fotos de cuando íbamos en la secundaria. Traté de encontrarlas pero fue en vano, después de varias mudanzas se habían perdido.
Se lo hice saber con calma, a lo cual a ella no pareció importarle mucho, incluso me pareció que se alegraba de que ya no existieran esas fotos, donde se veía extraña y enfermiza.
A lo largo del mes, nos seguimos llamando, curiosamente durante la noche, pensaba yo que era lo mas normal del mundo. Si después de un día de trabajo, llamarla era lo que me reconfortaba y realmente lo disfrutaba. Así la fui queriendo y  conociendo, algo estaba sucediendo en mi interior.
Veía su facebook de vez en cuando, se veía bastante diferente a como la recordaba de aquellos días escolares, su piel era bastante pálida, en algunas fotos parecía algo enfermiza. Y en otras parecía una hermosa muñequita de porcelana. En otras tenía un estilo mas natural, con su larga cabellera oscura que serpenteaba sobre su rostro acariciándole sus pómulos, y luego embellecido por esos ojos marrones profundos, me parecía llena de vida.
 El mes transcurrió pronto y ella propuso vernos, yo estaba encantado con la idea pero el trabajo y los negocios me impedían visitar el pueblo, siempre se me hacia tarde.
Así pasaron varias semanas donde no coincidíamos, luego en mis pocos días que tenia libre la invité a salir temprano en el día pero ella no podía, a veces decía que tenia algunos planes con su familia o que trabajaría muy tarde en el Centro de Belleza que ella manejaba o simplemente que no se sentía bien. Total que siempre ponía peros y me citaba en la noche muy tarde cuando ya no podía salir a buscarla y todo estaba cerrado excepto una que otra tienda de conveniencia.
Aquéllo comenzó a desesperarme y ella lo sabia, sin embargo no me decía nada, eludía el tema.  Comenzó a distanciarse de mi y yo me aferre a no dejarla ir, quería saber el porque de repente no quería salir conmigo. Traté de saber lo que pasaba, preguntándole a su amiga Wendy, pero no me dijo nada, aunque sospechaba que algo me ocultaba, pero ¿que podría ser?.
Por fin un día de enero ella me llamó diciendo que iría a una fiesta en el centro de la ciudad con sus hermanastras y que esa noche, se juntaría conmigo para vernos. La esperaría cerca de una plaza comercial alrededor de las nueve.
 Era un miércoles trece y a pesar de que me había decidido tener el día libre, tuve que atender algunos negocios. Ya en la noche sentía el cansancio en mis ojos, pero no me importaba ese día la vería y la conocería por fin.
Llegue puntual a la cita, pasaron los minutos y ella no llegaba. Después de media hora, le llamé para saber que había pasado con nuestra velada. Entonces ella musitó "estoy cerca del lugar, espérame".
Después de varios minutos llamó ella, con una voz nerviosa dijo que ya había llegado y que perdonara la demora, luego me indicó que la viera en el estacionamiento de la plaza. Me quedé extrañado ya que a esas horas solo una persona loca se pasearía por ahí. En fin, no lo pensé mucho y con premura me dirigí al lugar, este se encontraba envuelto en la oscuridad, luego noté una silueta, había una niña en medio de aquello, llevaba un vestido de gala color negro.
Era ella, me fui acercando mientras la saludaba, ella respondió el saludo y me pareció ver que le brillaron los ojos como a un gato, seguro fue el reflejo de alguna lampara me dije a mi mismo.
Al estar frente a ella, pude ver por fin, a una muchacha de mediana estatura, su tez era muy pálida, como el mármol tal vez. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros, era largo y rizado, vi su rostro nervioso entre aquellos rizos, sus ojos volteaban a otro lado cada vez que los veía fijamente. Luego al bajar la mirada, reparé en el hermoso vestido de gala que llevaba puesto, era escotado y dejaba entre ver su abultado pecho. Entonces olvidé mi enojo por la demora de casi ya una hora.
Le di un besó a sus pálidas mejillas, y conseguí que se sonrojara un poco, luego le pregunté que ¿qué hacía ahí tan solita? la podían secuestrar o violar, tan solo viendo lo hermosa que se veía, y ella simplemente dijo que le lastimaba un poco la luz. Me reí de su extraño sentido del humor y le dije que camináramos hacia la plaza. Me sentí dichoso de caminar con aquel hermoso ángel.
Le pregunte si tenia hambre o algún antojo, y ante su negativa, ofrecí comprarle un helado, ella asintió nerviosa y fuimos hasta un Mc. En el trayecto, no paraba de ver esos ojos y esa cara tan juvenil, era muy diferente a aquella niña rara de la secundaria. Ella seguía nerviosa pero posteriormente se le fue quitando la pena y habló con mas fluidez. Charlamos de nuestros gustos, y de algunas otras cosas que me extrañaba que no supiera. Me reprochaba con ternura que le dijera que me parecía algo inculta.
Así nos dieron las doce de la noche y ella no se acabó nunca el helado que le había comprado, ya se había hecho agua. Pensé que a lo mejor cuidaba su figura, pero tal vez exageraba porque se veía muy bien.
Luego le sugerí que fuéramos a cenar unos tacos cerca de donde vivía y así recorreríamos un poco la ciudad. Asintió con dulzura aunque, cuando llegamos al lugar, dijo que no tenia hambre y solo se limitó a tomar un poco de agua. Yo sin tantita pena pedí una orden de tacos esperando que se le antojaran pero creo que estaba muy lejos de eso.
Luego de dejar aquella taquería, paré el coche en una avenida poco transitada y puse la radio, esperando que sonara alguna melodía romántica, pero no hubo ninguna para la ocasión.
Sin embargo tampoco era algo que fuera tan necesario, aquel arroz ya se estaba cosiendo. Cada vez veía mas cosas que me gustaban de ella, le contaba algunas cosas chistosas, a veces no las entendía, se las explicaba y parecía una niña inocente, y otras su risa me causaba ternura.
Luego alrededor de las tres de la mañana ofrecí llevarla a su casa, hasta el pueblo, era largo el viaje pero que podía hacer ya estaba hechizado por su encanto y quería saber hasta donde llegaba aquello.
El pueblo lucia tenebroso y solitario, de vez en cuando ladraban algunos perros. Ella me fue guiando hasta su casa, entre calles y veredas, pronto apareció la hacienda donde vivía. La oscuridad lo envolvía todo, solo algunas tenues luces iluminaban aquel lugar. Estacioné el coche y ella con cierta insinuación me invitó a pasar.
Lo ultimo que recuerdo de aquella aventura, fueron su labios y unos colmillos succionándome la vida, sentí un ardor intenso y luego aquella estatua de mármol terminó entregándome su virginidad. Antes de que saliera el sol, huí de ahí hecho un zombie, afortunadamente sobreviví para contarlo.
Después de aquello, no volví a saber de ella. La busqué de nuevo por su casa pero ya no la encontré, se alejó de mi de un solo golpe, se fue sin decir adiós, tal vez aquello que hicimos fue demasiado o su familia se enteró y se la llevaron.
Supe después que se había ido al norte, cerca de la frontera con su familia de verdad. Ojalá que regrese, y que me explique que me hizo, porque ahora siento un vació aquí en el pecho.


                                                                                  Fin

           
En memoria de Elizabeth