Capítulo 1 El ritual
Se dice que el amor es algo bello y no se puede fingir,
solo sucede sin que te des cuenta y esto es lo que me paso a mí.
Todo comenzó una semana antes de mi cumpleaños, en esos
días yo empezaba a adaptarme al 5° semestre de mi grupo en la Preparatoria y a
hacer nuevos amigos, en fin una noche de esas decidí salir a la plaza a buscar
a mi mejor amigo que se había adelantado, mi estimado amigo Daniel a quien
encontré en la Plaza junto a Eduardo y sus compinches.
Casi al instante en que llegué con ellos, se decidieron por ir al cementerio del pueblo, donde planeaban hacer cosas profanas y sin sentido. Tal vez
todo fue planeado por el destino, no lo sé, lo que si recuerdo es que les seguí
el juego y los acompañe para quedar bien con mi amigo Daniel.
Total que éramos cinco, mi amigo Daniel con su cabello
en forma de hongo y playera negra; Eduardo con su larga cabellera y vestimenta
negra, estilo dark; Gaby, con su sonrisa perfecta y cabello castaño corto, iba
acompañada de su hermanita Andrea, niña mimada que terminaría siendo novia de
mi hermano; y yo un chico normal con ganas de muchas aventuras.
En la caminata de menos de un kilómetro hacia el
cementerio, todos se criticaban, decían tonterías y estupideces, yo solo me
defendía.
Después de la larga, pero interesante caminata,
llegamos al cementerio. La Oscuridad lo envolvía todo, aún con el alumbrado
público iluminando la calle.
No lo pensamos dos veces y nos metimos por una vereda,
Daniel iba adelante y yo era el último de todos, cuidando a la hermanita de
Gaby de los vidrios rotos y piedras que casi no se distinguían en la noche.
Al parecer mi amigo Daniel buscaba una tumba, para
realizar su fechoría y la encontró junto a un arbolito. Mientras, yo asustaba a
Andrea que me abrazaba muy fuerte cada vez que escuchaba un sonido quejumbroso.
De último me reuní con mi camarada Dani y sus secuaces,
entonces él y Eduardo empezaron a cortarse la muñeca con una navaja para hacer
un ritual que más bien parecía una estupidez, luego preguntaron si alguien
quería beber sangre así sin más. No lo pensé mucho y con tal de joderlos,
estire una mano, y con las yemas de los dedos agarré el líquido rojizo que
brotaba de sus muñecas. Probé de aquella sustancia vital para el cuerpo, todos
se sorprendieron y comenzaron a preguntar cuál de los dos sabía mejor. La
verdad la sangre de Eduardo sabía mejor, dulce como si fuera un diabético o
alguien con mucha glucosa y poco hierro.
En lo que hacíamos eso empezamos a escuchar gemidos en
una tumba que estaba frente a nosotros, no sé si cueste creerlo pero estas, más
que tumbas parecían casas, cualquier loco si encontraba la forma podría dormir
dentro de una.
Tratamos de distinguir algo pero no veíamos nada,
estaba muy oscuro, decidimos entonces ignorar el ruido, solo Gaby y Andrea se
estremecían del miedo, con voz quejumbrosa decían que tal vez se trataba de
algún alma en pena. Daniel y Eduardo se burlaban de ellas y les decían que a lo mejor era un borracho cagando, yo
pensaba que todo era producto de nuestra imaginación.
Pasado algunos minutos empezaron a hablar de un juego
llamado verdad o castigo que ya habían practicado anteriormente en ese lugar.
Al parecer a los nuevos integrantes les tocaba primero, como un rito de
iniciación en su club y yo era uno de ellos.
Me pareció que sería divertido. Pero en el momento en que me impusieron el castigo de darle un beso a Gaby en los
labios, mi alma se estremeció. Miles de pensamientos surgieron en mi mente y no
se me ocurría que hacer. Gaby era una chica linda, pero la consideraba mi
amiga, no quería que pasara nada más pero entonces… Los segundos pasaban y Andrea
me presionaba diciendo que me castraría sino besaba a su hermana y mis amigos
Daniel y Eduardo me decían que era un maricón sino lo hacía; luego veía a Gaby
nerviosa por la actitud que mostraban sus amigos y trataba de tranquilizar la situación.
Los minutos pasaban
y yo aún no me decidía, pensaba en lo cruel que había sido la vida con
los besos que había recibido en la secundaria. Luego vi el rostro de Gaby, sus
ojos, su boca pensé que no podría ser
tan malo, total que más me podría pasar. Pero el destino quiso que esa noche no
durara mucho y casi cuando estaba a punto de decir que “sí”, se escucharon unos
ruidos de camioneta y de una banda de chemos (maleantes), entonces salimos huyendo del lugar casi como ovejas
despavoridas y yo aún no creía la suerte que tenía.
Después de unos minutos caminamos como si nada a la casa
de Gabriela y Andrea, que quedaba cerca de donde estábamos, no recuerdo la
hora, pero creo que eran más de las once de la noche y ellas ya se querían
meter a dormir. Estuvimos frente a su casa platicando un ratito más hasta que su mama las llamó. Entonces nos despedimos
de ellas con un saludo amistoso y los tres Daniel, Eduardo y yo, nos
marchamos por una calle sin alumbrado público. Hablamos de ciertas cosas
inusuales entre hombres y hasta cierto tramo del camino nos despedimos de
Eduardo, éste vivía a una cuadra antes de nuestras casas. Mi mejor amigo y yo seguimos avanzando hasta
llegar a nuestros hogares, el vecindario lucía apagado, alguna tenue luz podía
distinguirse del otro lado de la calle. Dani y yo nos despedimos con una seña
amistosa y luego cada quien se dirigió a su casa. Habíamos sido vecinos desde la infancia y cómplices de
muchas barbaries que espero relatar algún día.
Finalmente me encontré frente al portón de mi casa,
entré con suma tranquilidad, cerré todas las puertas y me acosté en la cama
todavía reflexionando lo sucedido hacía apenas una hora. Había tenido la
oportunidad de besar a Gaby a mi manera y lo había desaprovechado. Pero el
destino es asombroso e increíble y me iba a dar otra oportunidad, ignoraba por
qué pero pronto lo descubriría.
Continuará en el próximo capítulo…